Ecce Homo. 20minutos |
Cecilia Giménez y Manuel Fernández Castiñeiras. Los grandes personajes del verano. Una pareja con muchas cosas en común. El primero robó el Códice Calixtino. Con su estrambótica peripecia le inoculó a la joya bibliográfica un barniz pop que explica por qué miles de personas hacen cola ante el libro. Hasta que el electricista de Milladoiro entró en escena, con el manuscrito del siglo XII apenas vibraban unos cuantos eruditos capaces de valorar la singularidad del artefacto. Hoy el Códice es como un cuadro deWarhol. Una reliquia medieval centrifugada de modernidad. Una estrella mediática digna de los tiempos. Un tesoro de la misma estirpe que Mona Lisa, cuyo robo también multiplicó su capacidad para fascinar.
Manuel Fernández fue el cooperador necesario en esta transmutación del Códice, lo mismo que Cecilia Giménez es la responsable de las colas que ayer se formaron delante de su estrafalaria restauración del eccehomo de Borja. Sin el concurso de la anciana, la pintura nunca habría sido objeto de atención general. Con su decidido manejo de los pinceles dotó a la obra de un valor que arruinó su autenticidad, pero le garantiza la popularidad. Y no hay nada más moderno que este ejercicio. Ahí está Belén Esteban como encarnación misma del fenómeno. No queremos conmovernos; lo que deseamos es reírnos de alguien. Las redes sociales han encumbrado al eccehomo de la señora Cecilia como antes juguetearon con el Códice. Les han concedido los minutos de gloria que pronosticó el mentado Warhol. Pero seamos sinceros. Antes de la aparición del electricista y de la anciana, a pocos les preocupaba el valor intrínseco de las dos piezas. Por eso lo robaron. Por eso lo pintarrajearon.
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