Imagen del Códice. quinoff.blogspot.com |
Este es un artículo de Carlos Luis Rodríguez publicado en El Correo Gallego del sábado. En el nos cuenta que si, el ladrón del Códice no llega a robar ese libro nadie se enteraría de que estaba robando dinero de la Catedral. Si Castiñeiras no robara el Códice Calixtino ahora mismo podría vivir de la catedral y sin trabajar.
Aquí dejo el artículo para que saquéis vuestras conclusiones:
PARECE ser verdad que el crimen perfecto es muy difícil de realizar, pero el electricista calixtino demuestra que a veces la perfección está cerca. Él estuvo a punto de alcanzarla. Se lo impide un error fatal cuyos misterios se irán desvelando durante la investigación. ¿Por qué roba el Códice si su minuciosa desamortización de bienes eclesiásticos iba viento en popa? Aunque pensara que el volumen tenía salida en el mercado, nuestro hombre no podía ignorar que ponía en peligro toda la cobertura que le había permitido beneficiarse durante tantos años.
Él mismo había comprobado que tenía en la Catedral un fondo de pensiones ilimitado, del que podía ir sacando recursos de acuerdo con sus necesidades. ¿Un plazo de una hipoteca? Se retiran los óbolos de varios cepillos y asunto arreglado. ¿Comprar un apartamento en la playa? Con unos legajos antiguos, un copón lleno de siglos y varias bandejas de plata, sería suficiente. ¿El regalo de aniversario para la mujer? Cualquier imagen arrinconada servía.
Castiñeiras estaba a salvo de las vicisitudes financieras. Contaba con unas preferentes avaladas por el más allá, y protegidas por el silencio característico de los ambientes eclesiásticos. Ese sacro temor al escándalo fue el gran cómplice del profesional que dedicaba una parte de su vida a la luz, y la otra a moverse en la penumbra. Contamos en EL CORREO que un canónigo contable se extrañaba de las escasas recaudaciones.
Quizá las achacara a la fe en declive, pero ahora se sabe que la explicación no era esa. Había una burbuja financiera que impedía que las limosnas llegaran a las Ánimas benditas, a San Pedro, San Juan o Santa María de la Corticela. Todos ellos callaban en el más allá y siguieron atendiendo sin más las peticiones de sus devotos, porque en esas instancias no hay recortes como a nivel terrenal. Callaba también el Apóstol, si bien estuvo tentado a desenvainar de nuevo para arremeter contra el sarraceno de los cables y enchufes. El caso es que así en la tierra como en el cielo se hizo el silencio, y Castiñeiras siguió adelante con una prima de riesgo baja.
Hasta que se le funden los plomos y comete un error fatal, fruto quizá de la soberbia del que se siente invulnerable. El Códice era prescindible en su negocio. Sólo aportaba problemas. Sólo hacía que se pusieran en marcha las alarmas y se acabara ese secretismo que tanto le beneficiara. Hay denuncia, se pone en marcha la policía, con el señor Santiago guiando seguramente sus pasos. Así que el crimen perfecto sigue pendiente.
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